Ayer rindió el presidente de México su último informe de gobierno. Fue su despedida ante miles de morenistas, alcaldes, diputados y gobernadores de todo el país, que reunieron en el Zócalo capitalino.
López Obrador se va contento y feliz, pues si en 15 años logró mantenerse, a pesar de la fuerte oposición de sus adversarios: el PRI, PAN, empresarios -los que mayormente se inclinan a la derecha- y los medios preponderantes de comunicación, cuyos dueños también en su mayoría son de pensamiento conservador o de derecha.
Ya en el gobierno, como presidente, fue más fácil hacer frente a todos ellos. López Obrador supo rebasarlos por su misma vía. Los enfrentó con todo: los señaló una y mil veces. Cada vez que alguno mentía o exageraba la nota, el presente respondió. La conferencia “mañanera” fue un acto importante para el proyecto del presidente: siempre se dirigió al pueblo y logró convencer y orientar el voto para sus candidatos, tanto así que logro casi todas las gubernaturas, hoy el congreso, y la presidencia de la república.
Se va con los más altos índices de popularidad, de tal manera que en el concierto mundial López Obrador está entre los primeros cinco mandatarios con mayor aprobación.
¿Cuál fue la clave? Primero saber oponerse a quienes reprenstan el viejo régimen: a los medios de comunicación, a los empresarios a quien él denominó “los conservadores”. A los partidos políticos, primero lo unió y ahí juntos los derrotó. Hoy la oposición sigue siendo los medios de comunicación y los empresarios. Son en números más menos, 35 millones de mexicanos que no coinciden con la Cuarta Transformación.
Pero López Obrador supo maniobrar muy bien al interior de su partido, primero para tener “tela de dónde cortar”, pues tuvo aspirantes fuertes para la presidencia de la república. Pero él tenía claro quien debería continuar, y así fue como llegó al poder Claudia Sheinbaum.
Fue tan hábil López Obrador que hasta influyó para que la oposición optara por su candidata. Fue muy comentado en su momento, cómo López Obrador envió señales para que fuera Xóchitl Gálvez y nadie más la candidata de oposición.
López Obrador delineó una política social clientelar, desde que fue jefe de gobierno en la ciudad de México. Luego la aumentó y la afinó para conquistar a más de 40 millones de mexicanos cuya necesidad y víctimas del abandono del régimen anterior, fue clave para mantener un segmento que se convirtió en el motor de la cuarta transformación.
Luego se cristalizaron las obras de impacto social en el sureste de México: el tren trassismico, el maya, la refinería dos bocas, el aeropuerto, y un buen número de obras con beneficio regional en el país, como es el caso en Sinaloa con las presas y carretera hacia Durango por Culiacán, o la que conecta a Tayoltita.
Pero sus oscuros fueron el combate a la violencia, ahí muy poco se hizo o muy poco logró notarse. Se bajó el número de homicidios pero no lo suficiente como para cantar victoria.
En la medicina tampoco hay grandes logros. Una buena base si, para recuperar el sistema médico por medio del Seguro Social, pero no en el ISSSTE. Pese al esfuerzo, pocos son los resultados en esa materia. Aunque hay que decirlo, el problema no es menor.
En el plano político no logró, dotar a su partido una claridad instituciónal que permita la movilidad libre al interior de Morena. Hoy día en ese partido decide la oligarquía. Los morenistas de “a pié”, solo obedecen y legitiman con su aceptación y voto a quien indican que ocupe cualquier cargo de elección o designación.
Son los oscuros, seguro habrá más, pero esos nos llaman la atención, ante los brillos que ha destellado el trabajo que finaliza López Obrador.