En una anterior publicación advertimos los riesgos que implican hacer una fiesta de tal magnitud; también decíamos que era necesario hacer la fiesta para la reactivación económica. Hoy escribíamos sobre el éxito del carnaval, del reconocimiento a los organizadores, pero también de las acciones de extremo que ensuciaron el evento.
Nadie, o poco se sabía del desarrollo del concurso de las reinas, pero si de la competencia de las infantiles. Pues la convocatoria no visualizó el derroche económico, y con ello, las expresiones de odio entre bandos. Ese es un extremo, porque los carnavales en una definición sociológica, entre otras cosas, promueven “la cohesión social y union de la sociedad”. Se fomenta también “la solidaridad”. Y aquí se hizo lo contrario, a propósito de la competencia en el reinado infantil.
El contraste positivo lo dio, quizás sin buscarlo, la niña Aitana, quién recorrió parte del desfile, sintiéndose reina, al sostenerse y rodar en su carreola. Luego la presidenta Estrella Palacios la subió a un carro alegórico. Ese hecho impactó positivamente a miles de cibernautas, y dio una lección a quienes protagonizaron un enfrentamiento que pudimos verlo también en la coronación.
La amenaza, por parte de generadores de violencia, a uno de los grupos musicales, también es un extremo. Aquí no es responsable nadie de los organizadores, pero resulta extraño que ahora sea una empresa quien contrata el espectáculo para las coronaciones. Nadie sabe si la amenaza era para el grupo o para la empresa. Pero sí sabemos que esa acción dañó la imagen turística del carnaval y del puerto.
Otro extremo es la quema del mal humor. Ritual que forma parte de la cultura del carnaval. Poco se conoce el mecanismo de selección de la figura o del concepto que va a la hoguera. Pero sí estamos seguros que en varios episodios, lo que se quema no es precisamente lo que el pueblo dice o desea. Aunque es una acción quizás menor, ahí prevalece la trampa y la omisión.
Pero al margen de los extremos, sobresale el éxito. El carnaval fue amenazado por posponerlo debido al clima de Inseguridad que prevalece. Sin embargo, su realización era necesaria para evitar el colapso financiero de empresarios, y por consecuencia, de la mayoría de los mazatlecos.
Luego de un excelente esquema de coordinación entre los tres niveles de gobierno, el operativo para “blindar” a Mazatlán, funcionó. La fiesta se desarrolló y terminó con “saldo blanco” es decir, no hubo tragedia que lamentar.
El gobierno municipal y el Estado actuaron con celeridad e inteligencia para subsanar las cancelaciónes de artistas, y lo resolvieron bien.
Los desfiles, y el combate naval, fueron éxito. Así como la presentación de la banda “La adictiva” en Olas Altas.
Pero el éxito se debe a la gente que se armó de valor y salió a ver a sus reinas y vivir el carnaval. A miles de turistas que vinieron a Mazatlán y convivieron con los lugareños y se mezclaron en la fiesta que generó la base para la recuperación económica local.
