Cada vez que la sociedad resiente las inclemencias de la violencia del narcotráfico, a alguien se le ocurren soluciones fáciles para enfrentar este fenómeno. Hace unas semanas volvió el tema cuyo objetivo es censurar los narco-corridos, es decir, prohibir las canciones que aluden al narcotráfico, donde se coloca a los narcotraficantes como héroes.
En la defensa de éstas expresiones, a nuestro juicio, carentes de destreza y dificultad artística, muchos anteponen la libertad de expresión, la cultura y tradición, e identidad, como conceptos que significan el corrido en México.
La academia nos debe mucho, las universidades y sus facultades especializadas deben levantar su voz y decirnos lo que piensan.
Porque no todos los corridos son iguales. Los “tumbados” no son expresiones exquisitas como las que ofrecen historias de la revolución mexicana, o de hechos en regiones que destacan al México común. Las historias entre acordes musicales de Los Tigres del Norte o Los Huracanes, Ramón Ayala, Los Alegres de Terán o Cadetes de Linares, son piezas de orgullo por su fina ejecución en estructura musical, educación y expresión vocal; profundas y reflexivas historias campiranas o urbanas. No son lo mismo, comparado a los corridos “tumbados” que con un simple sonsonete de acordeón y tuba, narran historias donde los narcos son héroes, las mujeres son solo cosa, y los placeres como el sexo o eliminar personas, acumular dinero y camionetas, son acciones inspiradoras. No son lo mismo.
Entonces debemos fomentar un debate, al menos para distinguir entre esos géneros, tratados en un mismo contexto. La sociedad, sobre todo los mas jóvenes, deben saber distinguir entre un corrido y un narco-corrido. Y que en la libertad, e infomación, cada quien escoja sus gastos.
Creemos que prohibir por prohibir no es la mejor opción. Hoy con las redes sociales es imparable el surgimiento de expresiones “musicales” tan absurdas como la de “Peso Pluma”. Y el morbo es el mejor impulso para la propagación de los “tumbados” o de lo que siga.
Entonces no a la prohibición pero sí a la información, al análisis, al debate. A entender el fenómeno. Aquí las universidades tienen mucho que aportar, las escuelas de filosofía, sociología, y comunicación, deben aportar, al menos con promover el debate de este fenómeno. Para entenderlo y dejar todo a la libre elección.
