Uno de los decesos que más han cimbrado a los sinaloenses es el de Héctor Melesio Cuén Ojeda, primero por el contexto en que le arrebataron la vida, y luego por el liderazgo que ejercía tanto en el Partido Sinaloense (PAS) que él fundó, y segundo, por el poder que él tambien ejerció en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS).
Son dos proyectos que el extinto político de Badiraguato, delineó y construyó, desde poco más de 20 años y hasta las últimas horas de su fallecimiento.
Ambos campos, el de la UAS y PAS, quedan a la deriva y con un alto riesgo de desintegrarse o dejar los objetivos que Cuén había establecido, y por los que luchó hasta su muerte.
Un hombre muy exitoso en el ámbito empresarial, donde logró acumular una envidiable fortuna económica, con empresas muy redituables.
Pero la política lo llevó a ser rector de la Universidad, zona que el conoció y dominó casi a la perfección, tan es así que Héctor Melesio Cuén Ojeda se mantuvo tras el poder de la Universidad desde 2005 a la fecha. La ley orgánica que hoy pretende reformarse le permitió estabilidad académica a la UAS pero también un control político al interior. Ahí Cuén era “el jefe” “el señor” “el único líder”.
Luego en el año 2012 fundó y puso en marcha el éxitoso Partido Sinaloense. Un partido local con todo el sello de partido personalista como lo definieron Max Weber en su obra Economía y Sociedad en 1922; o Juan Linz en su reconocido artículo El Régimen de Partido Único de 1964.
Un partido de corte personalista porque en esta vertiente también Cuén era “el líder” o “el líder moral”. Sus planes eran de consolidar un partido desprovisto de ideología, pues acudía más al pragmatismo para flexibilizarse y ganar poder para sobrevivir y atraer adeptos de manera individual.
Fue un partido que hizo uso del fenómeno de “la recompensa” como lo definió Mancur Olson en su obra La Lógica de la Acción Colectiva en 1965.
Pues al interior de PAS fueron evidentes las recompensas hacia su militancia, mayormente ligados a la UAS. Así se movía el partido con un líder carismático que exigía lealtades y también cumplía con recompensas.
Pero Héctor Melesio Cuén Ojeda no generó liderazgos al interior del PAS, a su nivel. Su tiempo en el partido lo empleó para ser el dirigente y escalar niveles de poder, aliado con quién fuera necesario. El objetivo era llegar a gobernar Sinaloa, donde él fuera el gobernador.
Casi lo lograba. Cuén estaba apunto de ser diputado federal, y al mismo tiempo sostenía una encarnizada lucha por conservar el poder en la universidad.
Ambos proyectos, el del partido y la universidad, quedan a la deriva y con un alto riesgo de perderse en el sendero, pues su líder, quizás nunca contempló su ausencia, y por lo tanto, no construyó liderazgos que estuvieran a su nivel. Ambos se pueden perder.