¿Pero quién le pone el cascabel al gato? Frase de la vieja fábula donde se intenta advertir la presencia del peligro. Así pudiera cuestionarse para resolver el añejo problema del ruido que provoca la música en zona de playa que rechazan los hoteleros de Mazatlán por lo molesto que resulta a los turistas.
Es decir, ¿quién se limita ante el problema, y cede? Porque el problema, que una vez más ha reunido a los empresarios en Mazatlán, quienes buscan “regular” el ruido, no es de solución sencilla, ni inmediata, como se cree.
Por dos razones: 1 los empresarios generan empleos y son responsables de la feliz estancia de sus clientes en los hoteles. Ellos invierten altas cantidades de dinero para emprender y ser parte del desarrollo económico del puerto. No es poca cosa. Ellos tienen razón en cuidar el destino y garantizar condiciones justas para el turismo, y para ellos.
2 quienes generan el ruido son cientos de bandas y grupos norteños que tocan en la playa bajo la oferta y demanda de un tipo de turista que gusta de ese entretenimiento. Un gusto muy mazatleco, pues este puerto, a parte de sol y playa, ofrece su cultura, pues Mazatlán es la cuna de la banda. De aquí es nuestro orgullo: la banda El Recodo, la MS, El Limon (Original y Arrolladora). De aquí es Julio Preciado, Chuy Lizarraga. Aquí inició Julión Álvarez. De aquí son Los Recoditos, El Flaco, El Mimoso, El Yaqui. Y en este puerto vive Pancho Barraza, Jorge Medina y El Coyote. El Mexicano hoy, y ayer La Costeña de Ramón López Alvarado o El Recodo, llevaron la cultura mazatleca al país y al mundo.
Aquí se realiza el mejor carnaval de México, donde el principal ingrediente son sus reinas y la tambora.
Entonces los músicos de la playa llevan consigo ese prestigio: el sello y estruendo que caracteriza a nuestra música. Es lícita su actividad, y tan válida y promotora del turismo, como la de los empresarios.
Ambos bandos, músicos y empresarios, tienen razón. Pero vale recordar y hacer otra reflexión. En el pasado ya se evitó que los músicos tocaran en las calles de la ciudad y en el malecón; los echaron a la arena. Ahí tienen aproximadamente ocho años trabajando. Ahora tampoco los quieren ahí. ¿Entonces a dónde deben ir? ¿Quién lo decide? ¿Es justo que cada empresario se apropie de su frente de playa? ¿Es justo que los músicos toquen y alteren el sueño de los turistas? ¿Quién evitará que el destino se “acorriente” como lo dice hotelero Ernesto Coppel? ¿Quién evitará la crisis económica de miles de músicos, que con su actividad, sostienen a sus familias?
Son planteamientos que deben formar parte de la ecuación del problema, que han puesto en el debate los empresarios del puerto.
Es necesaria una solución. ¿Pero de quién? ¿El municipio, que no tiene jurisdicción en la zona de playa? La federación, que despacha en el centro del país? O los empresarios evitando que nadie, extraño a sus intereses, vaya a “acorrientar” su frente de playa?
Es necesaria mucha empatía de parte de los empresarios, del gobierno y de los músicos.
Pero entonces ¿Quién le pondrá el cascabel al gato?