Mientras en las oficinas del poder legislativo se hacen los ajustes para discutir detalles de la Reforma Judicial, propuesta por Andrés Manuel López Obrador, afuera, en las calles, se enreden historias en todos los sentidos. Se dicen verdades y también mentiras. Pues la reforma ha dividido las fuentes políticas, y a una buena parte de la sociedad común. Se duda si está reforma, de concretarse, será para bien o para mal.
Lo que vivimos en estos días es la tercera parte del intento del presidente de México por reformar al sistema Judicial, que de acuerdo a sus dichos, no funciona correctamente para impartir justicia.
Hubo dos intentos para hacer cambios, primero al área administrativa del poder judicial para bajar los altos sueldos de los ministros y jueces, pues ganan más que el presidente, y se viola la ley de salarios al permitir sobre sueldos escandalosos a una burucracia que había permanecido muy oculta en nuestro sistema de gobierno.
Pero el sistema judicial o los altos mandos, jueces y ministros, se ampararon. Lo mismo hicieron cuando se intentó la reforma al INE.
Luego López Obrador supo colocar en el contexto electoral reciente, el plan B o la tercera parte de sus fallidos intentos de reformas.
La diferencia es que el presidente y sus candidatos a las dos cámaras federales, y a la presidencia de la república, manejaron como oferta principal, llegar al poder para hacer dicha Reforma. Y el mayor números de electores votaron por esa propuesta.
Hoy depende de 1 voto en la cámara de senadores para lograr la mayoría calificada y poder aprobar la reforma. Pero en una democracia, como la que se ha implementado en nuestro país, la mayoría mada y decide. En esa lógica, los de morena tienen razón cuando argumentan que si el pueblo, por medio del voto deciden quienes llegan al poder ejecutivos y al legislativo, ¿por qué no al judicial?.
Afuera se dice que todo esto se trata de una vil venganza del presidente contra el poder judicial, que los impactos de la reforma traerán crisis económica, que es contraria a la justicia y que los jueces, ministros y trabajadores serán víctimas en sus empleos. Que ahora será ministro cualquier abogado, es decir alguien que no tenga experiencia ni vocación.
Son muchas historias, algunas con cierta cercanía a la realidad, y otras, solamente abusadas.
Pero tener un sistema judicial que impida el castigo, suelte o deje sin efecto del peso de la ley a casos como la estafa maestra donde Rosario Robles fue responsable del desvío de más de 6 mil millones de pesos.
De la devolución de las millonarias cuentas a la esposa de García Luna, horas antes de ser declarado culpable en Estados Unidos; o de la ayuda que la corte le ha dado a Ricardo Salinas Pliego, quien se ha negado a pagar más de 60 mil millones de pesos al fisco, son casos de evidente falla. Ejemplos como esos hay más.
Pero con estos, dónde el sistema judicial es responsable o cómplice, cualquier mexicano, decide sin mayor discusión, en qué la reforma es necesaria.
A Morena no le queda más que hacer uso de su poder político para demostrar que en verdad van por una reforma que sí ayude a mejorar el sistema judicial. De ser así, la gente podrá entender que Morena tiene una válida intención de justicia y gobierno.