Ayer concluyó el proceso político más importante de México: la sucesión presidencial. Un fenómeno social que involucra al sistema político de este país y a la sociedad casi entera.
Con obra personal de Andrés Manuel López Obrador como político en busca del poder, logró hacer un gobierno a su estilo, criticable sin duda, pero más a allá de muchas cosas, logró generar esperanza en millones de mexicanos que ya no creían en la política.
Andrés Manuel López Obrador tiene suficientes razones para estar satisfecho, y más porque en política no hay acciones fáciles que lleven al ser humano a la felicidad. Pero después de una larga carrera política que él emprendió para llegar al poder e introducir cambios para ejercer el gobierno, con dos intentos fallidos para llegar a la presidencia, es de mucho valor su logro.
López Obrador, como lo hemos dicho en otras entregas, viene de las entrañas del viejo PRI. Ahí conoció los resortes que impulsaban a esa enorme e infalible maquinaria electoral que llegó a significar el partido que gobernó más de 70 años.
Recorrer el país en las dos ocasiones que fue candidato a la presidencia le permito experiencia y conocimiento preciso para identificar en dónde estaban los líderes que el PRI y el PAN ya no atendía, peroque ahí estaban con toda la fuerza y decisión para hacer política, para hacer campañas.
El político tabasqueño libró muchas batallas. Fue duramente golpeado por los medios de comunicación alineados al poder político y empresarial que ha manipulado a este país. Empresarios de la comunicación que la llevaban bien con el PRI y el PAN. Así enfrentó López Obrador el fallido desafuero en 2005.
Pero, antes, gobernar la ciudad más grande de México, la capital, en el año 2000, le dio la oportunidad de probar a sus seguidores que su discurso de beneficiar primero a los pobres, era real. Esa acción política tuvo sus buenos resultados: López Obrador casi ganaba las elecciones en 2006. Perdió bien, se convirtió en un cuadro bastante rentable políticamente hablando, para suceder al PRI o al PAN en México. López Obrador se convirtió en una verdura opcion. Ante la paulatina caída de los partidos preponderantes.
Luego vino el 2006 donde AMLO enfrentó con todo al sistema, al que él ya denominaba “la mafia del poder”. En la campaña a la presidencia, por segunda ocasión, enfrentó de nuevo a los ricos del país, a los medios de comunicación, y al IFE, dicho por él, donde se concretó el fraude electoral. Felipe Calderón apenas ganó con menos de un punto, fenómeno que colocó a López Obrador igual, que esa medida: a unos metros de palacio nacional. Y así llegó el 2018 y ganó las elecciones con un contundente número de votos.
Andrés Manuel López Obrador hizo un gobierno a su medida. Trabajó para los pobres, les dio dinero a través de programas sociales. Hizo obras tan necesarias como el Tren Maya. Defendió su proyecto y respondió a la oposición todos los días en un ejercicio de comunicación donde el presidente salió todos los días con la prensa.
Desde ahí hizo campaña para ganar elecciones en los estados. Mantuvo su actividad y de nuevo visitó más de 300 municipios del país.
Logró entregar la estafeta a una de los suyos, a Claudia Sheinbaum. Con ella se garantiza la continuidad de su pan con México.
El legado de López Obrador sin duda es bastante, pero el haber regresado la esperanza y la confianza a millones de mexicanos, a los más pobres, y también a los que en mayor o menor medida están politizados, es real e importante.
Varias teorías sociales científicas hablan del peligro que causa la caída de la esperanza social en un país determinado. Muchos la atribuyen a las estructuras de dominación económica, o a la voraz industrialización. Pues bien, López Obrador vino a devolver a millones de mexicanos ese sentimiento de confianza y esperanza, que mucho le falta a la sociedad en general ante las crisis económicas, de violencia y política, que atraviesa México desde hace más de dos décadas.