Mario Delgado era un líder que representaba mejor a la alianza de grupos que conformaron a Morena desde su origen. Pareciera que esa etapa ya concluyó para el partido mejor posicionado en la historia de México. Hoy llega una mujer que representa la línea principal del partido que fundó Andrés Manuel López Obrador (AMLO), Luisa Maria Alcalde. Y con ella también llega Andrés Manuel López Beltrán, el hijo del presidente. Todo indica que Morena y Claudia Sheinbaum mantendrán vigente la fuerza de López Obrador, cuyo objetivo es mantener la unidad y el poder. Es decir, aprovechar lo que no hizo el PRD o el PAN, cuando conquistaron el poder. El PRI si lo hizo, por eso su permanencia en el poder.
Ahora es relevante observar si Morena, así renovada, podrá sostener la institucionalidad que requiere ante, por lo menos, un mando dividido en cuatro voces: dos del nuevo comité y las de los presidentes entrante y saliente.
Porque Morena no es cualquier partido, AMLO, conocedor del sistema político del régimen priísta, supo liderar una estrategia que lo llevara a conformar un partido, con acciones pragmáticas, donde la ideología no fue requisito para unir todo tipo de líderes que ayudaran a sembrar y florecer el movimiento en todo el país. De ahí las adherencias de Napoleón Gómez Urrutia, Manuel Bartlett Díaz, entre muchos políticos que se sumaron a Morena.
Fue así que surgió un partido dependiente de un líder carismático, un partido “Personalista” que su política se centró como lo dicen los teóricos Max Weber, Juan Linz o Richard Gunther: un partido personalista, como si se estuviera en un régimen autoritario, que su política se centró en la figura de un líder. Esa fue la filosofía de Morena, el partido de AMLO.
El mejor logro, saber leer la coyuntura política para surgir en 2011 justo antes de la campana a la presidencia de la república, la segunda donde volvía a competir AMLO.
Y después de 6 años de vida, Morena o su líder, pudo arrebatar el poder al los ya decadentes partidos políticos existentes, y con ello, despojar el poder político, pequeño pero fuerte, del que gozaban quienes estaban acostumbrados a vivir de la relación perversa con el poder presidencial: dueños de consorcios empresariales como Femsa, Bimbo, Telmex; o dueños de medios de comunicación preponderantes: Televisa, Azteca o Radio Fórmula.
A ellos, López Obrador los desconoció y les aplicó la Ley. Les cobró sus enormes adeudos fiscales y con ese dinero financió parte de la política pública asistencial. El dinero para los adultos mayores, madres solteras y personas con discapacidad.
Esa clientela electoral, mucho más afinada que la que logró el PRI o el PAN en su momento, ha permitido, en buena medida, —porque no es la única— el poder arrasador de Morena.
Hoy ese partido, como si fuera un barco, intenta transitar con nuevos capitanes, tripulantes, y rumbo.
Será muy interesante ver cómo se desarrolla el caminar de Morena sin su líder que le dió solidez y lo convirtió en un partido personalista y ganador. Será interesante saber si la colectividad de grupos al interior sabrán observar la lealtad para remar juntos hacia el mismo punto.
Con el nuevo comité, Morena ha logrado una disciplina política, muy parecida a la que ocurría en los 80’s en el PRI. Aunque en el PRI todo se derrumbó cuando el partido que gobernó más de 70 años, creció de su líder, el presidente en turno.
Hoy la duda, emulando al viejo PRI, es saber si los merenistas aceptarán la línea de su nueva presidenta y líder natural de su partido: Claudia Sheinbaum, o de sus nuevos líderes en el comité, o de AMLO.
Por lo pronto, se ve que el legado de AMLO es un activo que no desaparece, pues la llegada de Andrés Manuel López Beltrán seguro será para velar por ese poder que está más vivo y activo, y que seguro servirá para acumular más.
No obstante, se presume difícil entender que las decisiones políticas en Morena provengan por lo menos de 4 fuentes de autoridad: de AMLO, de Sheinbaum, de Luisa María Alcalde, o de Andrés Manuel López, el hijo. Y si le sumamos que Morena sigue con una estructura partidista limitada, —pues no hay líderes municipales— el futuro podría ser de mucho conflicto y sobresalto, algo así como lo que ocurrió al interior del PRD. Historia que ya conocemos.